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sábado, 13 de octubre de 2012

Sabiduría perdida: la zaramáa.

Marinuca es el ama de la casa. Nos alegra la jornada de amasado con sus visitas, y a menudo nos cuenta cosas curiosas como ésta de "la zaramáa", que no conoció personalmente sino por labios de su abuela Marina, a quien podemos ver abajo con el marido, Luciano, y l*s hij*s. La niña rubia de la derecha es Celina, la madre de Marinuca.
   La zaramáa era lo que usaban antiguamente las gentes que no disponían de horno para cocer el pan. Hacían una cama de broza: palos, ramas de castaño, escajos o árgumas (aulagas), etc. que es lo que llamaban zaramáa (significa "revoltijo", "haz" y en sentido figurado, significa ser una persona "liante"). Toda esta materia se echaba en un tronco vacío, a modo de mortero, y se trituraba con la pica, que era una herramienta a modo de maza alargada con unas cuchillas cruzadas en el extremo engrosado de abajo. Cuando ya estaba hecha, colocaban la zaramáa en un fogón de ladrillo; encima ponían unas hojas frescas de castaño o col, donde posaban la torta de pan. Volvían a cubrir con más hojas frescas, y por encima más zaramáa. Entonces la prendían fuego y la torta se cocía en ese horno improvisado.
  
   A menudo pensamos en cuántas técnicas como ésta se han olvidado. Tan sencillas y tan prácticas. Si hoy día nos quitasen de repente todos nuestros electrodomésticos caseros, no sabríamos cómo apañarnos. Nos hace acordarnos del estupendo artículo de Herman Hesse, "El Europeo", escrito en 1917 y perfectamente actual. 

2 comentarios:

Núria dijo...

Muy interesante...es verdad la de cosas que no sabemos ...

Pan... pan!! dijo...

Sí, da pena pensar en la de tiempo que ha llevado al ser humano inventar técnicas sencillas y cotidianas para hacer la vida autóctona más fácil, y el poco tiempo que hace falta para olvidarlas y perderlas... pasando a depender totalmente de otras sofisticadas y siempre ajenas.