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miércoles, 24 de julio de 2013

Contigo, pan y cebolla


   Entre los refranes que se sirven del pan como símbolo, comentamos hoy éste especialmente hermoso: "Contigo, pan y cebolla", es decir: con tal de estar contigo me da igual no disponer de lujos y tener que compartir adversidades, el lujo es estar contigo y eso me basta.

   Sin embargo, en las últimas décadas parecía que no se podía empezar la convivencia con la pareja si no iba acompañada de una casa completamente montada y una entrada de dinero mensual importante: a menudo un sueldo para pagar la hipoteca y un segundo sueldo para "vivir". ¡Qué lejos ese "contigo, pan y cebolla"!

   Y por desgracia, estos tiempos de penuria económica para el ciudadano de a pie, pueden volver a rescatarlo si somos capaces de levantar la cabeza por encima de nuestros agobios y fijarnos en la/s presencia/s que nos acompaña/n día a día y valorarla/s como se merece/n. 

   No es justa la situación que estamos viviendo, desde luego, y deberemos actuar en consecuencia. Pero quizás también nos sirva para redescubrir lo esencial: el amor, la poesía cotidiana...

   Miguel Hernández escribió una hermosa y trágica canción de cuna -"Las Nanas de la Cebolla"- al enterarse estando preso en la cárcel de Torrijos (Madrid) y condenado a muerte, de que Josefina, su mujer, que amamantaba entonces a su hijo de ocho meses, solo podía comer pan y cebolla, literalmente. Y le escribe:

"Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros o desesperarme..."


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