lunes, 31 de diciembre de 2012
Acabando el año 2012
Para despedir este año y recibir al nuevo, un fragmento de El largo invierno, de Laura Ingalls Wilder, la autora de La pequeña casa de la pradera. En este quinto libro de la autora, recoge momentos cotidianos de la vida sencilla de los pioneros norteamericanos en los últimos años del siglo XIX. Dos vecinos han partido a una localidad lejana en busca de grano de trigo para distribuir entre las familias para hacer el pan y cocinar. La irrupción de una gran tormenta provoca el temor a que los viajeros puedan perecer con el cargamento, vital para la supervivencia de la comunidad.
"... Durante los días que duró la tormenta no se volvió a mencionar el nombre de Cap Garland ni el del hermano menor de los Wilder. Si habían encontrado un lugar donde guarecerse, seguramente sobrevivirían a la tormenta. De lo contrario, no se podía hacer nada por ellos. Hablar no solucionaría nada.
Con el constante azotar del viento contra la casa y el rugido y el bramido de la tormenta, era casi imposible pensar. Lo único posible era esperar a que cesara. Mientras molían el grano, retorcían el heno, mantenían la estufa encendida y se acercaban a ella para calentarse las manos entumecidas y laceradas y los pies hinchados y llenos de sabañones que escocían y, mientras masticaban y tragaban aquel pan tan tosco, todos esperaban a que cesara la tormenta.
No cesó ni el tercer día ni la tercera noche. Al cuarto día todavía soplaba ferozmente.
-No da señales de amainar -dijo papá cuando volvió del establo-. Sin duda, ésta es la peor de todas.
Al cabo de un rato, cuando estaban comiendo el pan de la mañana, mamá se levantó y dijo:
-Espero que todos en el pueblo estén bien.
No había forma de averiguarlo. Laura pensó en las casas que no podía ver aunque se encontraban al otro lado de la calle. Por alguna razón recordó a la señora Boast, a la que no habían visto desde el verano pasado. Tampoco habían visto al señor Boast desde aquel día en el que les trajo el último pedazo de mantequilla.
-Para el caso, podríamos estar viviendo en el campo -dijo Laura.
Mamá la miró preguntándose lo que había querido decir pero no respondíó nada. Todos aguardaban impacientes a que los ruidos de la tormenta cesaran.
Aquella mañana, mamá vertió los últimos granos de trigo en el molinillo de café. Había suficiente para una barra de pan pequeña. Mamá limpió el bol con una cuchara y después con el dedo para rebañar hasta la última migaja de masa con que cocer el pan.
-Ya no hay más, Charles -dijo.
-Puedo conseguir más -le dijo papá- . Almanzo Wilder guarda sus semillas. Si es preciso iré a su casa a pesar de la tormenta.
Aguel día, a última hora, con el pan sobre la mesa, las paredes dejaron de temblar. El aullido cesó y sólo se oyó el silbido del viento rozando los aleros. Papá se levantó rápidamente diciendo:
-Creo que la tormante ha cesado."
Aprovechamos la ocasión para añadir un deseo colectivo, para tod*s: RESILIENCIA, la capacidad comunal de amortiguar y enfrentarse a las situaciones complicadas, sean del tipo que sean.
LA YELDA
lunes, 24 de diciembre de 2012
Esteru por navidad
Después del solsticio, o quizás íntimamente unido a éste, podemos celebrar la llegada de un personaje de la mitología cántabra relacionado con la Navidad. http://es.wikipedia.org/wiki/Mitolog%C3%ADa_c%C3%A1ntabra Se trata de Esteru, serrón (leñador) cántabro encargado de hacer regalos a la gente que lo merece. http://es.wikipedia.org/wiki/Esteru
La leyenda de Esteru se conserva en varios pueblos del centro de Cantabria y cada vez va teniendo mayor presencia en cabalgatas y otros eventos organizados por instituciones.
Son muchas la tradiciones autóctonas que se han difuminado o solapado con la llegada de la cultura visual. Nosotr*s queremos recordar en este momento al personaje bonachón que es Esteru.
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viernes, 21 de diciembre de 2012
Solsticiu d`iviernu
Donde el agua se espesa,
una palabra que se queda en los labios.
Es un hilo de nieve.
Con este poema de Basilio Sánchez, seleccionado de su libro "Paisaje de invierno" y con la imagen de nuestro amigo Gustavo Gutiérrez, queremos desearos un buen Solsticiu d`iviernu.
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domingo, 9 de diciembre de 2012
Calmar el hambre
Es la primera necesidad del ser humano: calmar el hambre. El hambre de los vientres, pero también el hambre de los corazones.
Hace unos días nos encontramos con este cuento árabe en un artículo de Rosa Montero.
Un mercader árabe entró en una ciudad un
día de mercado y le dio a un mendigo dos monedas de cobre. Al irse, horas más
tarde, se lo volvió a cruzar, y le preguntó que había hecho con el dinero. Y el
hombre contestó: “Con una moneda compré un pan, para tener con qué vivir, y con
la otra una rosa, para tener por qué vivir.”
Quizás por eso las casas más humildes se engalanan con hermosos geranios de colores y no escatiman un poco de agua para regarlos, pese a la sequedad del clima.
Algo parecido contó Lorca en la inauguración de la biblioteca de su pueblo.
“No
solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la
calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco
desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones
económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los
pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos
los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo
contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos
en esclavos de una terrible organización social.”
(Puedes leer el discurso completo en http://biblioluces.wordpress.com/2011/02/11/no-solo-de-pan-vive-el-hombre/)
Cuando pedimos "el pan nuestro de cada día", hablamos del derecho a saciar el hambre del cuerpo... y del alma. Porque de poco vale nutrir uno si descuidamos el otro.
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