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domingo, 9 de diciembre de 2012

Calmar el hambre


    Es la primera necesidad del ser humano: calmar el hambre. El hambre de los vientres, pero también el hambre de los corazones.
   Hace unos días nos encontramos con este cuento árabe en un artículo de Rosa Montero.
       Un mercader árabe entró en una ciudad un día de mercado y le dio a un mendigo dos monedas de cobre. Al irse, horas más tarde, se lo volvió a cruzar, y le preguntó que había hecho con el dinero. Y el hombre contestó: “Con una moneda compré un pan, para tener con qué vivir, y con la otra una rosa, para tener por qué vivir.”
   Quizás por eso las casas más humildes se engalanan con hermosos geranios de colores y no escatiman un poco de agua para regarlos, pese a la sequedad del clima.
    Algo parecido contó Lorca en la inauguración de la biblioteca de su pueblo.
“No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.”
   Cuando pedimos "el pan nuestro de cada día", hablamos del derecho a saciar el hambre del cuerpo... y del alma. Porque de poco vale nutrir uno si descuidamos el otro.
 

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