Vamos metiendo cada pan en su sobre, distribuyendo éstos en cajas según a dónde se vayan a repartir.
Ya se nota el cansancio. Guardamos las cajas de pan en los coches, barremos la panera, recogemos lo que queda, nos despedimos contentos y satisfechos. Aún tenemos tiempo de ducharnos, comer algo, quizás descansar un ratuco antes de comenzar nuestras tareas de la tarde...
Nos llevamos el olor del pan prendido al cuerpo durante el resto del día, y la charla y el quehacer del jornazu prendido al alma.
Hay quien dice que hacemos “buenas migas”.
2 comentarios:
Pues mi familia y yo vemos vuestros rostros u oímos vuestra voz todas las mañanitas saboreando estas delicias en los desayunos ¿qué mejor manera de empezar un nuevo día?
¡Qué bien, Marta...!Pues ésa es la cariñosa energía que sentimos que recibimos de vosotros. Es la ventaja de conoceros...
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