domingo, 9 de febrero de 2014
La nariz de Nikolái Gógol
El 25 de marzo sucedió en San Petersburgo un hecho
extraordinario. El barbero Iván Jakolevich se derpertó y olió a pan recién
hecho. Se sentó en la cama y vio que su mujer estaba sacando las hogazas del
horno.
-Hoy, Praskovia Osipovna, no voy a tomar café –dijo Iván
Jakolevich-. Prefiero comer pan caliente con cebolla.
Iván Jakolevich se vistió, se sentó en la mesa, echó un
poquito de sal en el plato, peló las cebollas y abrió en dos mitades la hogaza
de pan. Entonces, ante su gran sorpresa, descubrió algo blanco: ¡una nariz!
Iván jakolevich no daba crédito a sus ojos. ¡Era una nariz, verdaderamente una
nariz! ¡Y para colmo se trataba de una nariz que le resultaba familiar! El
horror se reflejó en su rostro. Pero aquel horror no era nada comparado con el
enfado que manifestó su mujer.
-¡Eres un mostruo! ¿A quién le has cortado la nariz?
¡Estúpido! ¡Borracho! ¡Mucha gente me había advertido que cuando afeitabas a
alguien acercabas tanto la navaja a la nariz que estabas a punto de rebanársela!
Iván Jakolevich estaba más muerto que vivo. Había reconocido
la nariz: pertenecía ni más ni menos al asesor académico Kovljov, al que
afeitaba todos los miércoles y todos los sábados. Pero ¿cómo había podido
ocurrir algo semejante? Se puso a pensar febrilmente. Casi se desmayó al
imaginar que la policía podía averiguar que la nariz estaba en su poder y
llevarlo a la comisaría.
Así comienza el universal cuento de Nikolái Gógol, La Nariz. Os invitamos a completar la lectura de esta fantástica narración.
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